Versión impresa del Boletín Semanal 14-08-17
Este mes se cumplen cien años del nacimiento de Óscar Arnulfo Romero Galdámez, en el Salvador. Desde la Nueva Constituyente reconocemos este aniversario como un acontecimiento histórico relevante, no porque quien nació estuviese predestinado a ser histórico, sino porque su compromiso con los pobres y su entrega hasta el final lo hizo histórico y su ejemplo, ahora lección para los pueblos.
Oscar Romero comenzó sus estudios para el sacerdocio en plena juventud, a los 13 años de edad. En 1977 fue nombrado arzobispo de este país, poco tiempo después fue asesinado su amigo el padre Rutilio Grande. A partir de este hecho comprendió que algo tenía que hacer. A través de su palabra dio voz a quienes eran silenciados, denunció la violencia y la represión denunciando los ataques violentos por parte de la oligarquía, unos cuantos beneficiados, los políticos y ricos de siempre. Su voz no sólo fue denuncia, sino profecía que anunciaba la posibilidad de una vida digna en esta tierra, llamaba a los pobres a defender la verdad y la justicia.
En 1980 fue asesinado por un francotirador, después de varias amenazas a las cuales respondía … y si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Eran tiempos de amenazas y pobreza en toda América Latina, El Salvador no era la excepción, estaban presentes la guerra armada con Honduras, la caída del café, el petróleo y el poder sin control de los caciques. Se vivía un momento de represión permanente por parte del Estado y de Estados Unidos. El pueblo estaba cansado de tanto dolor y con ansias de liberación se lanzó a luchar contra la injusticia.
El Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional fue una tremenda hazaña en cuanto organización, el pueblo todo y la iglesia de los pobres alimentaron la esperanza de libertad. Mientras el gobierno cometía crímenes de lesa humanidad; perseguía a la iglesia y buscaba arrasar con los pueblos
La posición política y el compromiso social que Oscar Romero decidió tomar fue parteaguas para una resistencia popular. Con el cargo de arzobispo y a pesar de los privilegios que esto representaba, arriesgó todo, pues sabía que nada valía mientras su pueblo viviera en la injusticia. Fueron tres años de labor arzobispal en la que pudo encender en los corazones del pueblo salvadoreño un mensaje y ejemplo de fe, fortaleza y dignidad. Su voz se hizo resistencia popular. La unidad de los pobres y la defensa de la vida digna en medio de una situación de sangre y dolor parió un pueblo en movimiento.
En su última homilía dijo: -…Yo les suplico a todos, queridos hermanos que miremos estas cosas desde el momento histórico, con esta esperanza, con este espíritu de entrega, de sacrificio, y hagamos lo que podamos. Todos podemos hacer algo: desde un sentimiento de comprensión.
Desde la Nueva Constituyente le apostamos a la verdad del pueblo para que de ella nazca la fuerza y la esperanza que nos permitan cambiar nuestro país. Es este un sencillo homenaje a Óscar Arnulfo Romero, uno de tantos mártires de América que con su testimonio de vida acompañan a los pueblos en el camino hacia un nuevo amanecer.