Editorial del Boletín Semanal NCCP – 3/10/17.
Contra toda la desinformación y mitos que los medios quieren hacernos creer, “que lxs mexicanxs somos lacras, huevones, envidiosos, ladrones-hijosdelachingada-desgraciados-corruptos,” etc! … con la certeza de nuestra humilde experiencia, y la acción de millones de personas que en todo el país se ha desatado, podemos asegurar que se equivocan, y aún más: ¡Qué mienten! Pues le temen a nuestra titánica solidaridad, nuestra inmediata y expansiva respuesta, y a nuestra invencible confianza, cuando se trata de luchar por la vida de nuestras hermanas y hermanos, por la vida de nuestro pueblo.
Sus noticias falsas no pudieron y no podrán quebrar este gran amor hacia toda la gente que no conocemos, pero por la cual y con la cual, nos estamos organizando cada vez más, y cada vez de maneras más diversas, creativas, inéditas y efectivas. La verdad, ha sido reconocida por la gente, y como suele suceder siempre que la verdad se revela, y sobre todo cuando se rebela, termina, tarde o temprano, por fulminar con todo su peso a quien con tanta ligereza, prostituyó a la palabra. Esta vez, no será la excepción, tardemos lo que tardemos.
El que todavía no lo sabía, ahora lo comienza a intuir, y aún más, a entender y sentir como indignación y coraje: es el malgobierno el verdadero ladrón, que retiene como si fueran de su propiedad, los acopios y herramientas que puso la gente, pero que por una u otra razón, llegan a caer en sus garras. Ladronas son las grandes empresas, que después de una lluvia de peticiones y solicitudes sin respuesta (lo que dio paso a una indignación que amenazaba con desembocar en un irrefrenable motín-voluntario-rescatista), comenzaron a reaccionar y ceder migajas de caridad, pasados ya los momentos más críticos, en los que el apoyo era crucial.
Y en realidad, no nos regalan nada: condescendientemente, nos están dejando usar y consumir lo que con nuestras propias manos construimos y produjimos, sean herramientas, bebidas, alimentos, medicamentos, transportes, u otros bienes; tal como han hecho con la ciudad, al hacernos pensar, que no fuimos nosotros quienes la construimos, y que por lo mismo, no podríamos ser nosotros, quienes la rescatemos y reconstruyamos, así como no podemos ser nosotros, quienes la usemos y administremos en beneficio común.
Queda claro que para el malgobierno, no podemos ser nosotros, el pueblo, quienes asumamos el rescate y reconstrucción de la ciudad, por lo que han buscado impedir por cualquier medio posible que nos organicemos, lo mismo valiéndose de mentiras que por medio de la insinuación de su fuerza y brutalidad. Es este el vergonzoso papel que han jugado el ejército mexicano, la policía y la marina, al posicionarse y obstaculizar la labor de rescate de miles de voluntarias y voluntarios, así como de diversas brigadas con probada experiencia como la de los Topos, las cuales han demostrado en cuantiosas ocasiones, que la mayor garantía de rescate, es siempre el apoyo masivo y coordinado de las y los voluntarios, así como la voluntad imbatible de encontrar a nuestras hermanas y hermanos, asumiendo completamente el riesgo que esto significa.
Las mismas restricciones pesan sobre los pueblos, en donde los cacicazgos rancios y los tentáculos del partidismo clientelar, se baten con todas sus fuerzas por contener la implacable respuesta de autodeterminación, solidaridad y libertad que desde los pueblos comienza a caminar, haciendo frente a la reciente catástrofe, y más aún, en contra del histórico abandono, marginación, saqueo y dominación que pesa sobre estas comunidades. Un ejemplo contundente de esta respuesta, se está dando en el Centro de Acopio Popular de Tetela del Volcán, en donde la gente de los barrios de Tetela en conjunto con cientos de voluntarias y voluntarios de los pueblos de la región y de todo el país, contando con el invaluable apoyo de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (que de varias formas ha facilitado este proceso, totalmente independiente de partidos y gobiernos), se han asumido y comenzado ya, la reorganización y reconstrucción de nuestros pueblos.
Dentro de este panorama, no debe pasarse por alto que en todo el país, miles de jóvenes volcados al trabajo voluntario, le han devuelto el significado más auténtico a la palabra solidaridad: corre el sudor del trabajo sin pausa por nuestras frentes, y nuestros sueños se entretejen poco a poco con las historias de nuestros pueblos. Entre tantos y tantos relatos, hoy nos nutrimos del ejemplo de solidaridad que acompaño al sismo de 1985, así como del ejemplo de organización, creatividad y de esperanza que caracterizó a la generación del 68. Quienes en aquel entonces fueran jóvenes, hoy nos incitan a salir nuevamente a recuperar y reconstruir las plazas, las calles y los pueblos, nos llaman a continuar, a seguir construyendo, y a vencer. Crece en los corazones de la juventud, el deseo profundo de seguir entregando las energías más puras, toda nuestra ternura, y nuestros anhelos de un futuro con dignidad, sin esperar ninguna clase de beneficio personal, pues como horizonte hemos vislumbrado la reconstrucción de México, y en este gran encuentro, hemos recuperado la esperanza.
A pesar de todo, somos un pueblo de personas con la capacidad de organizarse y de entregarse voluntariamente y completamente, rompiendo así las barreras geográficas que quienes se creían y creen dueños de nuestro país, nos impusieron. Hoy no se sabe bien a bien, donde empieza Morelos, y donde termina el DF, el flujo de personas entre Puebla tampoco hace fácil delimitarle; pareciera que Chiapas y Oaxaca, estuvieran y siempre hubieran estado a un paso de la Ciudad de México. Somos un Pueblo de trueque y tequio que volverá a levantar, tercamente, lo mismo la casa de adobe que el edificio de hormigón y la red de servicios.
Nuestra Madre Tierra, ha vuelto a gritar a poco más de 30 años de aquel trágico 19 de septiembre, para sacudir nuestro sentido de la historia, para demostrarnos su fuerza y demandarnos, de una vez por todas, respeto y amor. Y junto con las de la tierra, se han desatado nuestras propias fuerzas, antes dormidas. Fuerza de mano a mano, de paciencia, de escucha. De heroísmo anónimo, de dar lo poquito o nada que se tiene, que termina multiplicado en torrente de toneladas acopiadas; de hacer todo lo que se puede con lo que se tiene y desde donde se esté, sea comida, colecta, difusión, articulación, consejo, abrazo; sea transporte de acopio y viaje de voluntarios a pie, bicicleta, moto, carrito de súper, camioneta, autobús, canción, cuento o poema.
Hemos recordado, tal vez después de bastante tiempo, la invencible fuerza que nos otorga el confiar en el pueblo, es decir, de confiar en nosotros mismos, en que juntos, nada nos podrá detener, de confiar en que lo que se caiga, lo podremos reconstruir, y que a pesar de todo, haremos lo que sabemos que tenemos que hacer, a pesar de sus mentiras, a pesar de su brutalidad y su cinismo, pues ahora nos sabemos, reconocemos y sentimos, de manera colectiva, infinitamente más creativos, audaces y capaces. Aquí comienza un tiempo nuevo, y con nuestra fuerza de tierra-pueblo, no solo volveremos a levantar todo lo que se derrumbó, eso será apenas el principio.