Audio ¡Boletín Constituyente!
EDITORIAL 26 de febrero de 2018
La NCCP ante la ley de Seguridad Interior y e terror de Estado
La muerte y la violencia desde los rincones más remotos y lejanos avanza hasta las ciudades “más seguras”, donde se decía no pasa nada. Hasta los que parecían ser nichos privilegiados del país, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se llena de sangre. El terror de Estado no excluye lugares, tiene que hacerse presente en todos los lugares y en todo momento.
La respuesta que se espera de la ciudadanía: el silencio y el temor; la confrontación entre iguales, porque todos somos potenciales criminales. Contienen nuestras ganas de frenar la violencia con la posibilidad de que que elijamos, entre esa estructura criminal, la opción de gobierno menos mala y a eso le llaman democracia.
La Ley de Seguridad Interior (LSI) legaliza el control territorial y el uso de la fuerza ilimitada por el Ejército y la Marina. El Estado mexicano ha dejado claro que gane quien gane la presidencia, esa ley es inamovible y la punta de lanza del saqueo de todos nuestros bienes (agua, ríos, minerales, petróleo, bosques) y también del sometimiento de nuestras vidas. Y el trabajo de científicos, políticos, moralistas, propagandistas y organizaciones civiles que defiendan lo indefendible de ese terror como mal necesario es vital para que se sostengan en el poder.
La violencia que ha alcanzado la UNAM desde hace unos años y los asesinatos del viernes 23 de febrero son sólo una muestra. Es la misma violencia que azota todo el país. El mensaje es claro: quieren que en el principal centro de pensamiento del país el mensaje de terror se instale para que desde ahí, la Universidad lo repita en todos los rincones.
La refundación del país tiene que enfrentar ese dominio cultural. Necesitamos de la organización y la defensa de la seguridad comunitaria para enfrentar el horror y la LSI. En las comunidades indígenas hay diversas experiencias de justicia comunitaria que debe ser la base de la acción inmediata en todo el territorio nacional, incluida la UNAM. Esa justicia es también la semilla de la que brotará un México libre y con paz.
