Editorial del Boletín 21 de Agosto
“Aquí en Morelos está la memoria de un revolucionario como fue Emiliano Zapata en donde exigió que la tierra debía ser de quien la trabaja, no de los hacendados ni de los ricos. Los poderosos reniegan de eso, porque ellos creen que son los dueños de México, pero no, nosotros, el pueblo, somos los dueños de este país”
Las palabras de Don Raúl son claras y resuenan en todos: religiosos, laicos, cristianos, de cualquier otro credo o quienes no tienen un dios. “Debemos ser como niños, dice el Evangelio, porque los niños no hacen distinción alguna, porque los niños se ayudan entre sí sin importar la distinción social, porque para ellos no existen las barreras entre unos y otros, porque ellos -como debiéramos ser nosotros- son justos entre ellos”. La misa de Don Raúl en Alpuyeca, Morelos, no fue una misa “convencional”, porque nos han acostumbrado a que las misas sean espacios vacíos de contenido social, de demanda política, de crítica a nuestros gobernantes. Se han convertido en eventos sin reflexión, sin posibilidad de verdadero encuentro, sin capacidad de acción transformadora. Y eso no es casualidad, puesto que desde el Estado han hecho siempre todo lo posible por desestructurar los lazos de comunidad, de convivencia y de lucha. Por eso las figuras de Don Sergio Méndez Arceo, de Tatik Samuel Ruíz o de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, han sido tan criticadas y demonizadas por los sectores más poderosos de la sociedad, porque apostaban a la reconstrucción de aquellos lazos, apostaban a la sabiduría popular, apostaban al crecimiento del espíritu a través de la inclusión de otros credos, otras lenguas, otras culturas. Buscaban que la Iglesia se convirtiera en un lugar de encuentro para la organización de una sociedad más justa, para que el ser cristiano sea el que verdaderamente luche por la liberación de la humanidad.
Hace 40 años Monseñor Romero, San Romero de América, sacerdote salvadoreño y arzobispo de San Salvador, asesinado durante la Homilía del 24 de Marzo de 1980, decía:
“Un Evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo, sino simplemente instrumento del poder. Lamentamos que en algún tiempo nuestra iglesia también haya caído en ese pecado; pero queremos revisar esta actitud y, de acuerdo con esa espiritualidad auténticamente evangélica, no queremos ser juguetes de los poderosos de la tierra, sino que queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente, de nuestro Señor Jesucristo, aún cuando fuera necesario morir como él, en una cruz” (27/11/1977)
Este ataque contra el poder, esta denuncia contra lo dado como establecido, contra el orden impuesto, contra la obediencia obligada, contra la manipulación de las creencias y el control estatal de nuestras ideas, es una forma de resistencia que ha construído experiencias fundacionales en nuestro país y en el resto de América Latina. La experiencia de Chiapas así lo demuestra y es por eso que la presencia de Don Raúl, su mensaje y su denuncia representa un ataque certero contra la impunidad, la violencia y la desigualdad que reina en nuestro país hoy.
La homilía realizada por Don Raúl en Alpuyeca el pasado Sábado 19 de agosto, bajo la petición de paz y libertad a los miembros de la comunidad, contra el basurero contaminante que el gobierno de Morelos quiere llevar allí, y por la aparición con vida de los 43 estudiantes de Ayotzinapa (el encuentro contó con la presencia de nuestros compañeros padres de los estudiantes desaparecidos de la normal Isidro Burgos), dejó marcas para todos los que allí estuvimos presentes, sin importar de donde viniésemos o en qué creyésemos. A continuación compartimos algunas de sus palabras, de fuerte claridad y sencillez, acerca de la verdadera labor que le corresponde a él, como a cualquiera que forme parte de la estructura pastoral y a todos los que queremos que este país cambie, así como también la crítica aguda a quienes nos someten hoy en día:
“No estoy haciendo una cosa distinta a lo que hago en una misa. Yo me acuerdo que de Don Sergio Méndez Arceo, quien fuera Obispo de Cuernavaca, me llamaban la atención lo que eran sus misas: él hacía ver la presencia tensa de Dios. Construir el reino de Dios no es nada más preparar los grupos para trabajar ahí afuera y ya. Construir el reino de Dios es preparar las condiciones para construir la sociedad como Dios quiere, con la dignidad que merece el ser humano, construir la política para que responda al verdadero derecho y justicia para la sociedad. Cristo no vino para hacer una religión que compitiera con otras, vino para que los seres humanos, con la fuerza de su espíritu lucharan contra la injusticia, lucharan contra la mentira, lucharan contra el abuso, para que construyamos un mundo verdadero. Así que lo que estoy haciendo aquí está totalmente ligado a nuestro compromiso como cristianos, como ciudadanos, que es la construcción de un mundo justo. Donde la gente no muera antes de tiempo, por la contaminación del aire y del agua como están haciendo estos salvajes, que deberían ser delegados de nosotros, de nuestra voluntad, pero que sólo responden a los intereses de unos pocos.
No venimos a misa a tomar una pastilla que nos salve, venimos acá para luchar porque este mundo se limpie del pecado, se limpie de la muerte, se limpie de las esclavitudes, para que este mundo se limpie de las desigualdades, de la corrupción política, empresarial, financiera.
Ser un buen cristiano no es ayudar a los pobres una vez por mes. “Yo ya me voy a salvar porque le di una camisa a un anciano”. A un anciano que nunca le dieron seguro social, que trabajó como chofer de una familia rica y se quedó miope y se fue a la calle. Eso es lo que tenemos que arreglar, como dice el Papa: tenemos que pensar desde la mentalidad del reino de Dios. El reino de Dios acontece cuando hay justicia y cuando hay vida digna para todos, cuando hay pensión vitalicia para todos, cuando la gente no se muere antes de tiempo. Si nosotros frente a ese basurero no hacemos nada, y la gente se va a empezar a morir, los niños van a tener leucemia, no estamos cumpliendo con la palabra de Dios.
Merecemos un gobierno que le garantice a todos los habitantes del estado -sin ninguna excepción- una vida con salud, con higiene, progreso, con seguridad, una vida en donde los mismos ciudadanos participando en sus obligaciones se preocupen por construir un ambiente sano, con paz, en la que se le garantice la vida al niño más pequeñito y al anciano más grande pasando por todos los habitantes.
Zapata piensa lo que yo pienso de Graco: estaba loco Porfirio Díaz, sólo él creía que son los dueños de nuestra alma, de nuestra vida, de nuestra tierra. Esa es la ignorancia más supina. La tierra es de quien la trabaja y no de los hacendados, ni de los ricos. Porque ellos creen que son los dueños de México, pero no, nosotros, el pueblo, somos los dueños de este país”.