No nos sintamos solos, seria ser demasiado soberbio, tampoco hablemos solo de la desgracia en que nos han sumergido los malos gobiernos, y de lo profundamente inhumano que se perfila el año que acaba de comenzar. Si hablamos de todo eso que sea para cobrar coraje, no para profundizar la desesperanza, no creamos que las posibilidades son las que nos ofrecen, seamos creativos pensemos en nuevas posibilidades, rectifiquemos nuestros errores. Es común leer y escuchar en los medios de izquierda que “durante los últimos años el pueblo mexicano ha expresado en múltiples ocasiones su descontento… pero con pocos o nulos resultados”, incluso desde los medios que pudieran nutrirnos de voluntad y de esperanza se pone el acento en la imposibilidad y se olvida la potencia creadora del pueblo. Desde el imaginario colectivo se construye la imagen de un pueblo derrotado, que opta por lo mejor entre lo peor, que se limita a actuar dentro de las posibilidades que permite el sistema, que siempre aguanta por más difícil que se ponga la situación.
Las Proezas del pueblo han sido muchas y enormes. Rebobinando la memoria solo unos meses atras podríamos revivir la respuesta del pueblo ante los sismos que devastaron el centro y sur del país, miles de brigadistas andando de aqui para alla, toneladas de víveres, ropa y herramientas se trasladaron hacia los lugares más afectados; médicos, enfermeras, trabajadores de la construcción, ingenieros, arquitectos, cocineras, ciclistas, todos poniendo al servicio del pueblo sus habilidades, su experiencia, su conocimiento, todos dando de sí mas de lo imaginable, sin un pago de por medio, trabajando jornadas de más de 12 horas, haciendo de las redes sociales una potente herramienta de comunicación para resolver las necesidades comunes. Esos momentos recuerdan a los que Fidel relataba se vivían en el periodo de rectificaciòn de tendencias negativas que implementó el gobierno revolucionario cubano a finales de los años 80 para desuncir la revolución en curso del modelo soviético y recuperar la autonomía del proyecto político revolucionario cubano. Al preguntarle Fidel a las mujeres y hombres que trabajaban voluntariamente largas jornadas afanosamente para ampliar hospitales, escuelas, mejorar caminos y rectificar el rumbo de la revolución, ¿porque les gustaba estar ahí, sacrificando el tiempo libre, el descanso? Le respondian “Bueno, porque aquí vemos el fruto del trabajo, lo vemos; somos una familia hay un espíritu” un “clima político excepcional” decian los diplomaticos extranjeros que visitaban la isla. ¿No es eso lo que vivimos en aquellas semanas de conmoción que siguieron al sismo?, había en el aire un espíritu de solidaridad, eramos una enorme familia palpando el producto de nuestro empeño, era sin duda un clima político excepcional. ¿Será posible que la excepción se vuelva la norma?.
En la NCCP estamos seguros de que la potencia creadora del pueblo es la única posibilidad que tenemos como país de salir del desastre, y debemos poner todo nuestro empeño en desatarla, en cambiar los sentidos comunes que nos llevan a la desesperanza y al derrotismo, en rectificar las prácticas y los caminos que nos conducen a apuntalar las estructuras de dominación y opresión en lugar de destruirlas. Por eso la insistencia en mirar nuestra historia reciente, así como la experiencia de los miles de mujeres y hombres zapatistas que de 1911 a 1915 convirtieron en norma la excepción, que echaron a andar escuelas, fábricas, gobiernos, al mismo tiempo que sostenían la guerra, que no se conformaron con liberar un territorio, que fueron por toda la nación, por todo el gobierno, y que además, comenzaban a tejer lazos de solidaridad en el continente. En sus pasos hurgamos pero no para rememorar solamente, sino para recuperar el camino y continuar caminando, creando.