Iván Martńez compañero del comité de Mexicali B.C, escribe un artículo para el evento de la toma magonista de Mexicali.
A 107 años de la toma de Mexicali por el ejército magonista
“La Bandera Roja ondea victoriosa en Mexicali,
ostentando el lema: Tierra y Libertad,
que es la santa aspiración de los libertarios mexicanos.”
Ricardo Flores Magón, 1911
El 29 de enero de 1911 un grupo de aproximadamente 30 guerrilleros al mando de José María Leyva y Simon Berthold, tomó la localidad de Mexicali. Con este hecho comenzó la campaña del Partido Liberal Mexicano (PLM) en la Baja California, la cual duraría hasta junio del mismo año.
La paz porfiriana que se vivía en la región se vio interrumpida por la irrupción del ejército magonista. Pocos años atrás, una compañía estadounidense, bajo el amparo del gobierno mexicano, se había apoderado de la totalidad de las tierras y aguas del valle de Mexicali.
En 1883, Guillermo Andrade, cónsul de México en Los Angeles, California, adquirió del gobierno de Porfirio Díaz los derechos para deslindar y colonizar poco más de 300 mil hectáreas del delta del Río Colorado, abarcando lo que hoy son los valles de Mexicali y San Luis Río Colorado.
En 1904 Andrade vendió estos derechos a la Colorado River Land Company (CRLC), una empresa formada por poderosos empresarios y políticos de California, como lo fueron el general Harrison Gray Otis, dueño del diario Los Angeles Times, y su yerno, Harry Chandler, a la postre dueño de uno de los más grandes imperios de bienes raíces en Estados Unidos. Ese mismo año Porfirio Díaz otorgó un permiso de servidumbre de paso del canal Álamo para que las aguas del río Colorado se condujeran por territorio mexicano hacia el valle Imperial, estableciendo que la mitad del volumen transportado sería para irrigar el lado mexicano del delta. Así nació lo que hoy conocemos como Mexicali.
En 1911 Mexicali contaba con alrededor de 500 habitantes, y con los cucapás y rancherías dispersas por el valle sumaban una población de 3000 personas. Meses antes de la incursión armada, los magonistas Fernando Palomares, Camilo Jiménez y Pedro Ramírez Caule habían iniciado una campaña entre indígenas y rancheros para sumarse al movimiento, recorriendo el valle para localizar ranchos y aguajes que sirvieran a la insurrección. Margarita Ortega, miembro del PLM desde 1910, también participó en Mexicali; fue propagandista, correo, enfermera, condujo armas y en algunos casos fue combatiente. La campaña previa del PLM surtió efecto. A los dos días de la toma, el grupo creció a 60 magonistas.
Días después del primer ataque, el general Otis solicitó al gobierno de su país intervenir en el conflicto para proteger su enorme latifundio. En respuesta a la petición, el presidente estadounidense, William Howard Taft, envió 20 mil soldados a la frontera para apoyar a los federales mexicanos y evitar que los rebeldes pudieran pasar armas y alimentos de Calexico a Mexicali. Dichos soldados se postraron en San Isidro, California y Yuma, Arizona. En las costas de San Diego se concentró la flota norteamericana del Pacífico.
El enfrentamiento entre Otis y el PLM no era una batalla menor, ni nueva. El dueño de La Colorado (como también se le conocía a la CLRC) fue un cercano aliado de Porfirio Díaz. Desde su prestigiado periódico, el LA Times, se dedicó no sólo a combatir al movimiento obrero del sur de California, sino también al propio movimiento magonista, que tenía su base de operaciones en Los Angeles.
Tras la irrupción liberal, Otis, en compañía de su yerno Chandler y su socio, William Randolph Hearst, desataron una intensa campaña difamatoria en sus influyentes diarios (aparte del LA Times, incluía a Los Angeles Examiner, San Francisco Chronicle y The San Diego Union) para neutralizar ante la opinión pública a las tropas del PLM, acusando a los magonistas de filibusteros con pretensiones de separar a la Baja California del resto de México.
El objetivo de fondo de Otis y compañía era justamente de lo mismo que acusaban a los magonistas: anexar a la Baja California a Estados Unidos so pretexto de acabar con la insurrección armada. Así quedó demostrado con la incursión de Dick Ferris, cómico y político estadounidense, quien estaba estrechamente vinculado con Otis y Chandler. Ferris declaró que se proponía adquirir el territorio de Baja California mediante compra o por la fuerza. Para ello envió una carta a Porfirio Díaz manifestando sus intenciones y publicó diversos artículos periodísticos en los que llamaba a organizar una incursión armada para ocupar el territorio bajacaliforniano.
Dos semanas después de la incursión inicial se llevó a cabo el primer enfrentamiento entre la columna liberal y las fuerzas federales al mando del Coronel Celso Vega, Jefe Político del Partido Norte de la Baja California. La batalla se llevó a cabo el 15 de febrero, en la que salieron triunfantes los rebeldes magonistas. Muchos federales, tras ver caer en combate a sus compañeros y mandos, huyeron hacia el norte de la frontera, donde fueron detenidos y desarmados por las fuerzas estadounidenses. El coronel Vega fue herido gravemente por un tiro que le destrozó la quijada. 150 liberales vencieron en una gloriosa acción a más de 200 federales.
Tras dicha batalla los magonistas ganaron un enorme prestigio a lo largo de la frontera. Las fuerzas liberales aumentaban todos los días, tanto que hacían falta armas para enrolar a los nuevos voluntarios. El ejército magonista llegó a tener 500 integrantes, de los cuales aproximadamente 100 eran estadounidenses, entre los que se incluían obreros anarquistas, socialistas y comunistas pertenecientes a Industrials Workers of the World (IWW), a la Federación Americana del Trabajo y a la Western Federation of Miners, entre otras organizaciones. También se unieron europeos, canadienses, australianos e incluso africanos.
Sobre la reputación ganada, Magón escribió:
“La resonancia que tuvo el triunfo de nuestros compañeros en Mexicali contra los soldados federales mandados por el Coronel Vega, ha hecho que afluya a aquel lugar un crecido número de voluntarios a quienes es imposible dar armas por lo pronto. Si hubiera mil fusiles disponibles, mil hombres los tomarían en seguida ansiosos de prestar su ayuda a la causa del proletariado.” – Ricardo Flores Magón
La noche del 21 de febrero ocurrió una segunda victoria de los insurrectos. Un destacamento de 25 liberales se trasladó de Mexicali a Los Algodones, tomando el tren Inter-California en la Estación Packard y haciéndolo retroceder hasta la aduana de Los Algodones. Al llegar al poblado se dirigieron inmediatamente al cuartel local e hicieron fuego contra los rurales, cuerpos policiacos federales montados asignados a zonas rurales. En el ataque resultaron muertos el Jefe de los Rurales, Cecilio Garza y el Jefe de la Aduana, Tomás Beléndez. El resto de los oficiales huyeron al lado americano, refugiándose en el poblado de Andrade. Los magonistas se apoderaron de armas, municiones, víveres y el dinero de la Aduana.
Posteriormente los rebeldes incendiaron las oficinas de la aduana y la residencia de los inspectores aduanales y regresaron con su botín en el mismo tren. Fue otra victoria sin ninguna pérdida del lado liberal.
En esos días, José María Leyva envió un telegrama al presidente Taft, protestando enérgicamente contra el permiso concedido a Porfirio Díaz para pasar tropas mexicanas por territorio norteamericano para atacar a los insurgentes. Leyva declaró en su telegrama que, si tal permiso era dado, las fuerzas del PLM impedirían el paso de esas tropas atacándolas antes de cruzar la frontera.
Ante los triunfos rebeldes, la CRLC solicitó y obtuvo del gobierno de Porfirio Díaz permiso para que operaran a su cargo las llamadas guardias blancas, grupos armados cuya función era proteger los intereses extranjeros en el Valle. Henry Lane Wilson, embajador norteamericano en México, comunicó al Departamento de Estado de su país que el gobierno federal mexicano aprobó el ofrecimiento y autorizó la ocupación de guardias no uniformados que serían colocados en las nóminas de la empresa, como si fueran empleados de la misma. Tras el fin de la revuelta magonista, dichas guardias continuaron combatiendo cualquier intento de organización de los campesinos en el valle a lo largo de casi 30 años.
A inicios de marzo llegó a Ensenada un cañonero con 700 soldados y dos ametralladoras. Días después los liberales atacaron Tecate, siendo repelidos por los federales. Posteriormente un grupo de 200 rebeldes logró tomar El Álamo, localidad al sureste de Ensenada. Ahí Simón Berthold resultó herido de muerte.
El coronel Miguel Mayol, con 400 hombres del 8vo Batallón de Infantería, salió de Ensenada rumbo a Mexicali, dirigiéndose al valle para proteger las obras de irrigación de la CRLC. Las tropas a cargo de Mayol tuvieron un enfrentamiento con las fuerzas liberales el 8 de abril, resultando muerto el jefe rebelde, William Stanley. Después de esa fecha, los liberales se replegaron hacia la Sierra Juárez, el Álamo y las poblaciones en la costa de San Vicente, donde se realizaron algunas acciones. En Mexicali se quedó un pequeño destacamento al mando de Rodolfo Gallegos.
El 8 de mayo, la Segunda División Ejército Liberal a cargo del combatiente de origen galés Carl Ap Rhys Pryce, tomó la ciudad de Tijuana y el día 13, el poblado de San Quintín. La batalla en Tijuana le dio un enorme prestigio al movimiento magonista, aún más que la ganada con la toma de Mexicali y los combates posteriores. Además de dichos lugares, los magonistas habían tomado Santo Tomás, San Telmo y Santa Catarina en la zona oeste de la península.
Ese mismo día, el 8 de mayo, las fuerzas maderistas atacaron Ciudad Juárez. La incursión armada se dio incluso contra la voluntad del propio Francisco Madero, quien ordenó no disparar al ingresar a la ciudad, lo cual fue desobedecido por los combatientes. El 10 de mayo los federales se rindieron y entregando la plaza. La toma de Ciudad Juárez trajo como consecuencia que el 21 de mayo un representante del gobierno de Porfirio Díaz y Francisco Madero firmaran los Tratados de Ciudad Juárez, un convenio en el cual Porfirio Díaz aceptaba renunciar a la presidencia, quedando como presidente interino su secretario de relaciones exteriores, Francisco León de la Barra, quien además había sido embajador de México en Estados Unidos dos años atrás y durante su cargo se había dedicado a tareas de inteligencia y espionaje para perseguir y sabotear las actividades del PLM.
Con dicho pacto los maderistas acordaban el fin de las hostilidades entre el gobierno federal y la Revolución, llamando a la paz a las fuerzas beligerantes. Los magonistas llamaron traidor a Madero y desconocieron los acuerdos. El motivo del rechazo fue porque los magonistas, al igual que los zapatistas en Morelos, acusaban a Madero de representar los intereses de un sector de la burguesía y no los verdaderos anhelos libertarios del pueblo. Además, Madero ya había traicionado a los magonistas anteriormente al desarmar y encarcelar a varios miembros del PLM quienes se negaron a reconocerlo como Presidente Provisional de la República Mexicana y al prohibir la entrada del diario Regeneración a México. Tras el pacto, Madero se sumó a la campaña de desprestigio hacia los magonistas.
“No, lacayos de Porfirio Díaz y de Madero, no tratamos los liberales de disgregar la Baja California del resto de México. No nos conformamos con tan poca cosa. La Baja California será la base principal de nuestras operaciones para llevar la Revolución Social a todo México y a todo el mundo.”
Ricardo Flores Magón
Posteriormente, el general Otis se entrevistó con Madero en Texas y le solicitó su apoyo para combatir a los magonistas en Baja California. Madero ordenó el 1 de junio al presidente León de la Barra el envío de tropas al norte de la Península. A Mexicali llegó un escuadrón al mando del Mayor Esteban Cantú, ordenando a los rebeldes entregar las armas. Ante la disparidad de fuerzas y con el apoyo del gobierno de Estados Unidos a Madero, los rebeldes magonistas en Mexicali se rindieron el 27 de junio de 1911.
Ante el escenario de fracaso, Flores Magón describió en el periódico Regeneración el 16 de junio de 1911 el sentimiento imperante respecto a la extranjerización de la Baja California:
“¿Pertenece la Baja California a México? Sí, me diréis. Pues bien: la Baja California no pertenece a México, sino a Estados Unidos, a Inglaterra y Francia.
El norte de Baja California está en poder de Cudahy (empresa latifundista extranjera en el Valle de Mexicali), Otis (socio principal de la Colorado) y otros multimillonarios extranjeros. Toda la costa occidental pertenece a una poderosa compañía perlífera inglesa y la región en que está ubicada, Santa Rosalía, pertenece a una compañía francesa (El Boleo).
¿Qué es lo que tienen los mexicanos de la Baja California? ¡Nada!
¿Qué es lo que les dará a los mexicanos el Partido Liberal Mexicano? ¡Todo!
Entonces, señores patriotas, ¿qué es lo que hacéis cuando gritáis que estamos vendiendo la patria a los Estados Unidos? Contestad.
Vosotros no tenéis patria porque todo lo que hay en México pertenece a los extranjeros millonarios que esclavizan a nuestros hermanos. No tenéis patria, sencillamente porque no tenéis ni en qué caeros muertos.
Y cuando el Partido Liberal Mexicano quiere conquistar para vosotros una verdadera patria, sin tiranos y sin explotadores, protestais, echáis bravatas y nos insultais.
Al entorpecer con vuestras protestas los trabajos del Partido Liberal Mexicano, no hacéis otra cosa que impedir que los nuestros arrojen del país a todos los burgueses y toméis vosotros posesión de cuanto existe.“
A pesar de la derrota, la rebelión magonista en Baja California dejó sembrada la semilla de la lucha por la tierra y la libertad. Años después se suscitaron en el valle de Mexicali diversas luchas campesinas por la tierra y en contra del latifundio de La Colorado. Luchas como la encabezada por el coronel villista Marcelino Magaña Mejía entre 1922 y 1925 y la liderada por Doña Felipa Velázquez en 1930. Con el tiempo numerosos grupos campesinos se organizaron y la efervescencia social fue aumentando.
En 1937, tras varias solicitudes de tierras frustradas, un grupo de campesinos liderado por Hipólito Rentería y los hermanos Guillen acordó realizar una toma de tierras en el latifundio de la CRLC, con el fin de presionar al gobierno federal y acelerar la dotación de tierras. Esta acción se llevó a cabo el 27 de enero de 1937, en lo que hasta la fecha se conoce como el “Asalto a las tierras”. Tras la toma, los campesinos fueron reprimidos por el Ejército y encarcelados.
El presidente Lázaro Cárdenas se enteró de los hechos a través de una carta enviada por el grupo de labriegos como parte de su estrategia política de la lucha por la tierra, tras lo cual ordenó su inmediata liberación. Una vez en libertad, una comisión de ellos viajó a la Ciudad de México y se entrevistó con el presidente, presentando 900 solicitudes de tierras, lo que provocó la inmediata acción del gobierno federal para realizar la expropiación y el reparto agrario en el valle de Mexicali.
Hoy, las capitales extranjeros se han vuelto a apropiar del territorio, recursos, minerales, energía, tierras, litorales y aguas de Baja California. Esta vez, mediante corrupción, fraudes, tráfico de influencias y con la sumisión y colusión de la clase gobernante a los intereses privados extranjeros. A su vez, hoy, como hace 107 años, en Mexicali vuelve a surgir la lucha por la tierra, el agua y la dignidad. El enemigo sigue siendo una empresa estadounidense: antes, la Colorado River Land Company, esta vez, la transnacional Constellation Brands, apoyada también desde las esferas del poder local y federal. El sujeto revolucionario sigue siendo el mismo: el pueblo bajacaliforniano que cada cuanto se levanta, echa a andar su fuerza, combate con valentía y hace temblar a los vendepatrias.
Las banderas libertarias vuelven a ondear en las tierras desérticas del noroeste mexicano. El lema sigue siendo: ¡Tierra y libertad!