En Nicaragua el gobierno Orteguista se tambalea entre las conveniencias de unos y otros y entre las protestas y levantamientos que desde abril pasado comenzaron a darse en los barrios, comunidades campesinas y universidades en respuesta a la devastación ambiental, los recortes en seguridad social, el aumento de los impuestos y la imposición del terror como medio para contener el descontento; en suma a los estragos provocados por la implementación del neoliberalismo como modelo económico de desarrollo y al intervencionismo norteamericano. La situación es delicada e inaceptable, en menos de 4 meses la represión organizada por el Estado a través de sus fuerzas policiacas y paramilitares, principalmente en los barrios populares de las ciudades de Managi, Masaya, Carazo y Granada, ha cobrado la vida de más de 250 personas la mayoría jóvenes. Esta situación ha de servirnos de espejo, pero sobretodo debe llevarnos a actuar de manera precavida y consecuente.
Por un lado el imperialismo NA, los gobiernos e intelectuales de la derecha en el continente y las altas jerarquías de la iglesia católica aprovechan el descontento popular y se montan en el para imponer en el poder a algún personaje que provenga de sus propias filas y que sea afín a sus intereses. Aunque Ortega ha apuntalado un proyecto neoliberal en Nicaragua, violatorio de los derechos de los pueblos, no resulta ya un negociador conveniente para el imperialismo por el desprestigio que ha acumulado. Para Estados Unidos y su afán de dominio territorial en el continente, es más favorable colocar en el poder a un gobierno menos repudiado que el Orteguista pero supeditado a sus intereses, que de un respiro a la crisis política actual para reconfigurar la dominación con un rostro que tenga un poco más de legitimidad.
En Nicaragua no solo están en pugna el gobierno actual y un pueblo inconforme que sufre los estragos de las políticas neoliberales y de las acciones represivas dirigidas por el Estado, hay un tercer jugador, el imperialismo norteamericano que nunca ha bajado la guardia que ha armado bandas paramilitares y busca sacar ventaja del conflicto para generar un entorno geopolítico favorable a sus intereses. La actuación de Ortega en los últimos años es repudiable y con sobrada razón el pueblo nicaragüense y la mayoría de las voces críticas en el continente se suman a la exigencia de su destitución como requisito para restablecer condiciones democráticas en el país. Pero como señala Atilio Borón, la cosa no es tan simple, ¿Quién asumirá el poder si se logra la salida de Ortega?, ¿Hay una fuerza contrahegemónica y organizada en Nicaragua, que nazca del propio pueblo y que esté formulando un proyecto político contrario a la dominación?.
La construcción de un proyecto popular que dispute el gobierno a las fuerzas hegemónicas, es ahora el gran desafío del pueblo de nicaragua, que pese a la represión y las adversidades sigue resistiendo y se fortalece en la experiencia de las generaciones pasadas que asumieron la lucha revolucionaria por la liberación de su país y en la experiencia de solidaridad y organización que se ha articulado en los barrios y en los pueblos para hacer frente a la situación actual
Lo que sucede en Nicaragua nos obliga a vernos a nosotros mismos, el torrente de críticas de poco sirve si no se transforma en acciones y previsiones. La organización permanente de nuestros pueblos es una condición necesaria para frenar el neoliberalismo y la dominación imperial. La expectación y aparente calma que impera en México después del proceso electoral, da tiempo a los intereses hegemónicos para reacomodarse y ganar legitimidad. No podemos renunciar a pensar y a actuar esperando que las cosas sean ahora un poco mejores, ni dejar en manos de pocos lo que es tarea de todos. El criterio para gobernar debe nacer del pueblo, pues de lo contrario siempre estaremos supeditados a los caprichos de quienes asumen el poder.
Sucedió con Ortega en Nicaragua, quien a pesar de provenir de un proceso revolucionario, asumió que la única forma de sostenerse en el poder era haciendo alianzas con los adversarios del sandinismo, principalmente con la alta jerarquía eclesial y los empresarios, otorgándoles numerosas concesiones a costa del erario público y de la superexplotación del trabajo y la naturaleza. El gobierno Orteguista se llevó a si mismo a la crisis que hoy pone en juego su permanencia, pero la falta de un proyecto de país construido desde el pueblo, así como la violencia desatada contra las comunidades que se levantan e impugnan al estado y que no tienen medios suficientes para defenderse, posibilitan que se imponga un gobierno afín a los intereses geopolíticos norteamericanos.
La Constituyente propone…
Así como es necesario pronunciarnos y manifestarnos en todo el continente, por el alto a la masacre que se comete en estos momentos contra el pueblo de Nicaragua, debemos también ser críticas y críticos respecto a la crisis que se vive hoy en día en nuestro país y actuar en consecuencia, no podemos perder de vista que así como Nicaragua es de enorme interés geopolítico para EEUU en Centro América, lo es también nuestro país al ser vecino directo del imperio. No podemos dejar de lado el hecho de que numerosos gobiernos “progresistas” en el continente han sucumbido a las presiones de la derecha y han dejado de mirar al pueblo para cultivar otro tipo de fidelidades que les garanticen su permanencia en el poder. La liberación de nuestra propia patria es la mejor forma de solidaridad que podemos construir con nuestros pueblos hermanos. Hoy diversas organizaciones y pueblos están luchando por detener la guerra que desde hace años se cierne en México y que ha cobrado cientos de miles de vidas. Tan solo durante la semana pasada un centenar de habitantes de Las Ventanas, San Miguel Totolapan, Guerrero huyeron de su comunidad debido a la violencia que azota la región de Tierra Caliente. Por la misma situación fueron asesinadas en Puebla, Zacatecas y Oaxaca 49 personas entre ellas Abraham Hernández González coordinador regional del Comité por la Defensa de los Derechos Indígenas (Codedi) en la comunidad de Salchi, distrito de Pochutla, en Oaxaca.
Con la misma indignación que nos provoca la situación en Nicaragua, es necesario mirarnos y construir una salida justa y democrática a la crisis que vivimos en México. Es importante mirarnos en otros pueblos hermanos para trazar nuestros propios caminos y tener siempre una mirada crítica para no aceptar cuentas de vidrio a cambio de la riqueza, la vida y la dignidad de nuestros pueblos.
En la Nicaragua insurrecta confluyeron solidariamente todas las vertientes de las luchas progresistas y revolucionarias que se aprestaron con gran disposición a la mayor construcción político – organizativa, en la que se empeñó un enorme caudal de inteligencia, amor, pasión y disposición revolucionaria, hoy el reto no es menor, debemos hacer los mayores y mejores esfuerzos para volvernos a encontrar en esa volcánica patria y no se vuelva punto de conflicto y peor de confrontación entre los muy ricos y diversos modos de ver, entender y hacer política para transformar nuestra realidad.