Luego de haber reducido la soberanía e independencia de México a casi nada, de haber renunciado a la idea de nación, aquellos que traicionaron a nuestra patria sostienen ahora discursos aparentemente patriotas que nos llaman a la unidad en torno al grupo dominante, para que ellos, los que dicen que saben gobernar al país, nos salven de la amenaza que representa Donald Trump.
México enfrenta algo más que el capricho de un loco que amenaza con romper relaciones con nuestro país, doblegarnos, imponer un muro y negar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Está en curso un cambio en la forma en que una muy reducida minoría de magnates y empresarios gringos se mantiene como la parte más rica y poderosa del mundo, siempre a costa del pueblo estadounidense y de la mayoría del mundo, con México a la cabeza. Se están peleando dos bloques de fuerzas de una minoría superpoderosa por la parte del botín.
En México, quienes destruyen el país con su dominio, entran en la pelea de los bloques gringos para adecuarse a futuras y nuevas reglas del juego que la fuerza triunfante logre imponer y que le permita ostentar el control. No sólo eso, también buscan reconstruir aquella legitimidad perdida y avanzar en formas dictatoriales so pretexto de la amenaza exterior, ante la ingobernabilidad en marcha y las protestas sociales que no pueden parar ahora. Además de simular la defensa del país, disfrazan a las sociedades anónimas de “sociedad civil” y tratan de que organismos “independientes” que han defendido la militarización del país y criminalizado a las víctimas como “Alto al secuestro, A.C.” o como los operadores y promotores de la privatización de la educación (“Mexicanos Primero”) entre otros, blanqueen su imagen, disputen a la ciudadanía y a los pueblos la defensa de la nación, llamando a la unidad en torno al presidente.
Las oposiciones que permiten los dominantes demuestran ser incapaces de ir más allá de esas poderosas fuerzas. Sus discursos y acciones no cruzan la barrera preestablecida, con el fin de que el cambio sólo sea una mera simulación. Renegociación del TLCAN, firmeza del presidente ante Trump y otras expresiones de ese tipo evidencian -en el mejor de los casos- una incapacidad de trascender las condiciones impuestas para hacer política, pues no ponen en cuestión al Estado. Estas tímidas expresiones sólo dilatan y disimulan las verdaderas consecuencias, pero nunca ponen en cuestión que mientras no cambien de raíz las estructuras políticas, salgan del gobierno quienes han entregado el país en los últimos cuarenta años, se rompan todas las dinámicas y redes que atentan contra la soberanía nacional, la justicia, la democracia y libertad, la minoría dominante -con rostro extranjero o autóctono- seguirá socavando al país, aun si su discurso es distinto al que vino dando en los últimos años. Las reglas del juego global pueden cambiar, pero eso no significa que los que exterminan nuestros suelos, quienes saquean a nuestra madre tierra y quienes nos esclavizan no sean los mismos de siempre.
La Nueva Constituyente Ciudadana Popular no pretende que “vibre México” para que los gobernantes sientan que los respaldamos. La Nueva Constituyente apuesta a que México sea refundado desde la raíz y por la raíz misma, esto es, que el país, la forma y sentido de su gobierno vengan desde las entrañas del pueblo mismo.
En tiempos de tanta confusión y en momentos en que nos quieren arrebatar nuestros símbolos y luchas para seguir dominándonos, repetimos que la única salida saldrá de la voz del pueblo, a su ritmo y con su fuerza propia, con su inteligencia, con su fe y sabiduría. No vendrá de los sectores que han entregado al país, tampoco de sus tiempos ni de la fe ciega en las instancias internacionales que nos han dado la espalda cuando de defender la soberanía y la vida se trata.
No basta con no asistir a sus llamados, ni deslindarnos de ellos. Tenemos que dar una intensa batalla cultural por desmontar la fuerza de su dominio. Arrebatémosle el significado de patria, de justicia, de nación. De esa batalla cultural saldrá la verdadera unidad nacional, la que se necesita para frenar el desastre, para restablecer el pacto social desde todas y todos los que sostienen a este país. De sus voces, esfuerzos, necesidades y sueños se irá delineando el proyecto de cambio, la fuerza motriz que en su caudal incorporara a todas y todos los que indistintamente de su origen, estén dispuestos a luchar por nuestra querida patria. La Constituyente no sólo abre las puertas de su proyecto a quienes quieran realmente defender y refundar a México, sino asume el reto de llegar a todos los rincones del país, a todas la personas agraviadas para que desde su voz y lucha renazca nuestro país y sus leyes sean realmente las de la vida digna, la justicia, la igualdad, la libertad y la democracia.