Editorial del boletín semanal 03/07/2017
Refundar el país desde la raíz significa para nosotros reconstruirlo desde el pueblo, desde nuestra historia profunda, no desde la historia que nos han contado en la escuela y en la televisión, sino de la historia que ha sido tantas veces negada y ocultada intencionalmente por quienes hoy dominan y han dominado desde hace más de 500 años. La Revolución Zapatista es parte de esa historia radical que creemos fundamental recuperar hoy en día porque en ella viven las claves, las palabras, el ejemplo y el empeño de quienes hace tan solo 100 años hicieron realidad la restitución y reconstrucción de la patria para el pueblo, desde el pueblo.
Muchas veces hemos escuchado que una vez que los zapatistas lograron tomar el control del poder de la república no supieron qué hacer con el, que no tenían un proyecto político claro, que eran una “bola” de ignorantes que vivían en el atraso y no tenían ni la más remota idea de cómo conducir una nación. El discurso del poder dominante nos ha querido hacer creer que los zapatistas no sabían lo que hacían, que las mujeres y hombres que hace tan solo tres generaciones dejaron sus casas, sus familias, sus tierras, que entregaron la vida para defender la vida del pueblo, atreviéndose a pasar las penurias de la guerra, lo hicieron sin voluntad y sin tener propósitos claros, ¡qué mentira más infame!.
La junta revolucionaria zapatista que en 1911 llamara a todo el pueblo de México a pelear por la patria, tenía muy claros sus objetivos: la restitución de la tierra, la restitución de verdad y la restitución de la fuerza robadas al pueblo durante los 400 años de dominio colonial que sucedieron a la conquista; los zapatistas tenían la certeza de que se necesita de la tierra para construir una nación, no sólo para producir alimentos sino para cimentar en ella escuelas, fábricas, hospitales, cultura, pueblos enteros; sabían también que necesitaban el control de los medios de comunicación, entonces concentrados en unas pocas manos, para poder comunicar la verdad, y que la recuperación de la patria robada solo podría hacerse mediante la unidad y organización del pueblo que, sabedor de sus necesidades y propósitos, empuñara las herramientas necesarias para enfrentar a un estado criminal que encarnado en hacendados, “científicos” y empresarios, monopolizaba la tierra, la “verdad” y la violencia.
Durante la guerra, los zapatistas tomaron 34 ingenios azucareros que transformaron en fábricas nacionales; al mismo tiempo que fueron soldados, también fueron organizadores de la producción industrial. Echaron a andar la fabricación de azúcar para sostener sus ejércitos, sus pueblos y sus escuelas. Tenían claro que uno de los pasos urgentes en la recuperación de la patria era no sólo la restitución de la tierra sino del subsuelo y las riquezas petroleras que albergaba. La reorganización de la producción, la nacionalización del petróleo y el nombramiento de una junta revolucionaria que designara a un presidente interino en tanto se convocaba a elecciones para la conformación de un nuevo gobierno, eran pasos fundamentales en el programa zapatista.
La interrupción de la revolución zapatista no fue consecuencia de una renuncia voluntaria al poder, ni de la falta de un programa político, ni de la incapacidad de los zapatistas para conducir una nación, pues como hemos visto, el zapatismo se caracterizó por ser una refundación nacional en marcha; por el contrario, la interrupción fue sobre todo consecuencia de una guerra de exterminio que echaron a andar las oligarquías nacionales apoyadas económica y militarmente por el gobierno de EEUU contra el ejército y los pueblos zapatistas.
Sobre la sangre zapatista se instauró el gobierno de Carranza al frente del nuevo “Estado revolucionario”. Sobre la revolución agraria zapatista que pretendía la restitución de la tierra para el pueblo y desde el pueblo, se impuso la reforma agraria en la que el Estado se adjudicaba la tarea de repartir la tierra al pueblo, colocando a éste en un papel subordinado al nuevo poder. El pueblo que había derramado su sangre para recuperar su tierra, apareció sólo como solicitante, como peticionario frente a un Estado que le robó la victoria por medio de la violencia. Hoy en día seguimos viviendo bajo el yugo del mismo Estado criminal, seguimos pidiendo permiso para vivir, seguimos pidiendo lo que por derecho nos corresponde, lo que nuestros abuelos ganaron entregando la vida. Seguimos solicitando al Estado que nos de un trozo de tierra para vivir como si la tierra que pisamos no fuera nuestra; seguimos pidiendo que nos dé cabida en las escuelas, que nos dé empleo, que abarate los costos de los servicios como si toda la nación fuera de su propiedad. El Estado se ha convertido en el administrador privado del poder y la riqueza nacional y se ha sostenido sobre la más grande mentira de la historia, que el pueblo es incapaz de conducirse, de construir una nación, de organizar la riqueza y el gobierno.
Desde la NCCP creemos que es fundamental derrumbar esta mentira y como testimonio de que otra verdad es posible pensamos que es urgente recuperar la historia profunda de nuestro pueblo, la que ha sido tantas veces negada y ocultada. Tenemos que hurgar en la historia con la avidez de quien pretende encontrar un tesoro, una herramienta, una verdad, y con una mano anclada en esa historia y otra apuntando a lo que como pueblo queremos y necesitamos, echar a andar la refundación de la patria, como hicieron nuestros abuelos, las y los gigantes zapatistas.
Lamento no coincidir con la tesis principal de que si existía un programa político nacional en el zapatismo. No comparto la tesis de que opinar en contrario sea movido por los tentáculos de El Poder como se sugiere en el texto.
Zapata fue un líder agrario indiscutible, pero no reivindicó de los Pueblos Tribus y Naciones originarias su derecho político a existir como parte de la nación mexicana pero sin perder su identidad. hace 100 años como ahora los líderes políticos y sociales ven a nuestros Pueblos como un sector social más del Pueblo mexicano, cierran su mente y su corazón ante la realidad de que México se ha construido desde su fundación como una nación Monoétnica, Monolingüe, Monocultural y solo regido por el derecho positivo. Consecuentemente las leyes e instituciones se construyeron con esas características.
A nuestros Pueblos Tribus y Naciones originarias la nación y su estado nos ha negado por 200 años el derecho a existir como Sujetos de Derecho Público a portar públicamente nuestra identidad sin ser discriminados y nuestro derecho a retomar nuestro proceso civilizatorio a partir de nuestra identidad y cosmogonia.
Hola, Julio. Gracias por tu comentario. Para este texto y otros que hemos publicado sobre el proyecto político del Zapatismo, nos basamos en una exposición que nos compartió Francisco Pineda, antropólogo e historiador del zapatismo, quien justamente está actualmente elaborando su cuarto libro sobre la revolución zapatista, esta vez centrándose en el gobierno zapatista que se emprendió en Morelos entre 1915 y 1917 (también conocido como la Comuna de Morelos), la aplicación del Plan de Ayala y otras leyes populares. Es sobre esta investigación que nos compartió un avance. El texto y la presentación que nos expuso Pineda, los puedes encontrar en el siguiente enlace: http://nuevaconstituyente.org/la-revolucion-campesina-de-mexico-y-el-carrancismo/
¿qué mejor forma de ser sujetos de derecho que la acción directa propuesta por el zapatismo para que las comunidades indígenas restituyeran por sus propias manos la tierra, la fuerza y la verdad, arrebatadas por la colonia y los liberales?
Saludos.