LA RECONFIGURACIÓN DEL NEOLIBERALISMO, LA GEOPOLÍTICA Y LAS GUERRAS HÍBRIDAS EN LOS TIEMPOS DE TRUMP – PRIMERA PARTE – Editorial del boletín semanal de la NCCP del 20 de diciembre 2016

Existe un proverbio en India que dice que cuanto más alto suba el mono más fácil será verle el culo, bueno, el revanchismo, las tropelías, los robos descarados de las élites dominantes danzando en lo alto del poder nos permite ver su verdadera naturaleza, sus mecanismos de opresión, en suma la estructura del capitalismo colonial, transnacionalizado, percibir claramente su decadencia, su cuerpo repugnante.

-Jorge Beinstein

 

El presente texto busca dar elementos para la discusión, reflexión, y elaboración de materiales, esperando poder generar un piso común a partir del cual podamos afinar y replantear las alternativas desde los pueblos. Invitamos también a que se comente esta entrada, ya que aún cuando el presente texto es bastante extenso y aborda varios temas, sigue siendo insuficiente para comprender la complejidad de la crisis a la que nos enfrentamos. Creemos que sólo en colectividad podremos generar un entendimiento capaz de darnos luz en estos momentos de confusión global y caos, ya que como dice un viejo proverbio wixárika “solo entre todos, sabemos todo”. En próximas ediciones esperamos poder recuperar las contribuciones que recibamos, así como abordar otros aspectos de la situación actual que por la extensión de la editorial, tuvimos que postergar. Sin más, esperamos que la lectura sea de provecho y ojalá pueda dar pie a la discusión:

Pese a las declaraciones de Trump de que presuntamente abandonará la esrategia mundial del caos, para evitar que éste llegue a instalarse dentro de su país – como si no lo hubiera hecho ya- y de poner los intereses nacionales de EEUU por encima de otras consideraciones internacionales, colocando en duda incluso la participación de su país en la OTAN; es iluso pensar, como bien lo menciona Gilberto Lopez y Rivas, que el terrorismo gobal de Estado ideado y ejercido por Estados Unidos, acabará con la llegada de Trump al gobierno. Todos los presidentes que han ocupado la Casa Blanca han sido tan sólo operadores de un aparato estatal  conformado por una reducida cúpula que en palabras de Jorge Beinstein, articula “a una red parasitaria de intereses financieros y militares que operan como una masa inestable de camarillas mafiosas”, dotadas  de una inmensa fuerza policiaco-militar de carácter regular, por un lado, como lo son el ejército y la policía;  e irregular, por el otro, conformada por grupos criminales paraestatales y mercenarios, tal como son los carteles del narcotráfico y grupos terroristas como los que ha formado y financiado EEUU para la desestabilización de Oriente Medio, cuya actuación disuelve la criminalidad estatal en acciones individuales o de pequeños grupos aislados presuntamente motivados por el fanatismo.

Esta red vela por el sostenimiento del sistema económico capitalista en el mundo entero y se mantiene a partir del saqueo imperialista, mismo que para llevarse a cabo requiere de la existencia de gobiernos mafiosos y sociedades caóticas, rotas; se extiende más allá de las fronteras nacionales y más allá de los intereses particulares del partido gobernante. Desde Bill Clinton hasta Obama, la estrategia bélica de Estados Unidos ha seguido el mismo propósito: recuperar su influencia en Centro y Sudamérica, así como controlar Medio Oriente y Asia Central. En este camino se han sucedido el golpe de Estado en Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil y los intentos fallidos por derrocar al gobierno chavista en el cono sur, junto con el crecimiento de los carteles en Centroamérica, cuyo supuesto combate ha generado un panorama de extrema violencia en dicha región; en Asia central y Medio Oriente con las intervenciones en Afganistán e Irak, la destrucción de Libia, el intento de liquidación de Siria, el golpe de Estado en Ucrania, el empuje de la OTAN contra Rusia, y la creación de un agresivo cerco contra China.

En definitiva, debemos entender que Trump, a pesar de su discurso proteccionista y con énfasis en la “política interna”, no cesará ni hará disminuir la intensidad de la guerra imperialista que ha desatado el gobierno de Estados Unidos y las empresas trasnacionales sobre el mundo entero, como mecanismo para garantizar su hegemonía. Por el contrario, para poder sostener los aspectos fundamentales de su propuesta económica y política -uno de cuyos objetivos irrenunciables será mantener satisfecha a la clase media trabajadora blanca ó “WASP” (acrónimo de “blancos anglosajones protestantes”, por sus siglas en inglés), con miras a tener fuerza para la reelección- tendrá que valerse de la profundización de la superexplotación y la guerra en los países subordinados a Estados Unidos o en procesos de desestabilización e intervención, como los arriba mencionados.

Si bien parece que Trump promoverá el regreso de las maquilas e industria manufacturera al interior de EU como medida para la generación de empleos (como ocurrió recientemente con el traslado de una planta de Ford que residía en México), será del todo inviable el traslado de toda la industria al interior de este país, ya que para no agravar aún más la crisis económica y la precarización general de la sociedad estadounidense (en la que se encuentra su base WASP), tendrá que compensar las pérdidas económicas que resulten de aplicar las sanciones a las empresas transnacionales para forzar el regreso de las maquilas y empresas manufactureras al interior de Estados Unidos, lo que sugiere que se recrudecerá las condiciones de superexplotación y austeridad en los países dependientes de esta potencia.

Por otro lado, la persecución y criminalización redoblada de la población migrante al interior de los EU, abrirá la posibilidad de imponer condiciones laborales todavía más indignas y crueles de las que ya se padecían, tal como incluso lo reconociera el expresidente mexicano Vicente Fox – quien por cierto preparó durante su administración la antesala de la llamada “guerra contra el narcotráfico” en nuestro país-, al decir que “los mexicanos hacen el trabajo que ni los negros quieren hacer”. En resumen, es una condición insoslayable que para el mejoramiento de las condiciones económicas y para el regreso del sueño americano de la población WASP, se profundicen los ritmos de superexplotación de los países colonizados por las empresas transnacionales de base estadounidense, así como de la mano de obra migrante al interior de este país e incluso de las poblaciones afrodescendientes más marginadas, aunado a la sobreexplotación acelerada de la naturaleza por el saqueo de materias primas que se requerirá para estos fines, lo que definitivamente anuncia el desbordamiento de la crisis ecológica a la que actualmente nos enfrentamos en todo el planeta Tierra.

Ante la creciente dinámica de superexplotación laboral y saqueo de la naturaleza en los países colonizados, es previsible que en sus sociedades se gesten y articulen diferentes formas de  resistencia. Por ello la destrucción de los lazos comunitarios que posibilitan las resistencias, constituye un propósito fundamental de la doctrina militar cocinada en las instituciones de inteligencia militar norteamericana. La emergencia inducida de sociedades caóticas y sumergidas en la indefensión absoluta aparece como una condición necesaria para sostener la dinámica del libre mercado y contener la agudización de la crisis que se gesta en las entrañas del imperio. Como señala Jorge Beinstein, la nueva doctrina militar no apunta solo a la destrucción del ejército enemigo sino de la sociedad que lo sostiene, así se ha configurado una nueva forma de guerra, también conocida como guerra híbrida, en la que la actuación de las fuerzas militares estatales o regulares, se confunde con la actuación de fuerzas irregulares , no estatales y paraestatales (como son los grupos criminales, de mercenarios, de seguridad privada, entre otros) y cuyo principal objetivo es la destrucción y control de las poblaciones a través de la violencia y el miedo para garantizar las condiciones para el saqueo.

La guerra híbrida despliega un escenario de confusión en el que la responsabilidad estatal en la conducción de la guerra se diluye en la operación de grupos criminales que actúan impunemente bajo la tutela de gobiernos extranjeros y empresas privadas, en complicidad y coordinación con las fuerzas estatales regulares. En este nuevo escenario bélico, la guerra permanente se mimetiza con la paz y se impone el caos como norma. La llamada guerra contra el narco iniciada con el gobierno de Felipe Calderón y continuada por EPN da cuenta de la instalación de este nuevo tipo de guerra en México. En nuestro país cada vez es mayor el grado de involucramiento del ejército, la policía y los gobiernos en los tres niveles, con los grupos del narcotráfico y el crimen organizado, al grado de caracterizarse al estado mexicano como un narcoestado, asimismo es cada vez mayor el control que estos grupos criminales ejercen sobre el territorio nacional.

La violencia en México se ha normalizado, la guerra de ocupación territorial sucede en aparente estado de paz y sin la intervención directa de un ejército extranjero, de ello dan cuenta las cifras de asesinatos, desapariciones y desplazamientos forzados que se acumulan en los últimos dos sexenios. En cerca de 9 años han sido asesinadas en México más de de 250 mil personas, cerca de 30 mil personas han sido desaparecidas y 280 mil desplazadas. A lo anterior hay que agregar la reciente aprobación de la nueva ley de Seguridad Interior que faculta al ejército para realizar tareas de seguridad pública y control social interno, y habilita al presidente para declarar estado de excepción (es decir, suspensión de las garantías individuales) de manera unilateral y por tiempo indefinido. La instalación permanente de la guerra en tiempos de “paz” y el despliegue de fuerzas militares regulares e irregulares cuyos límites son cada vez más difíciles de distinguir, son dos de las cualidades de la nueva doctrina militar del imperio. En este escenario, las sociedades del mundo hemos de comprender la importancia de la unidad y solidaridad de nuestros pueblos y la preservación de los lazos comunitarios como armas fundamentales en la defensa de la vida.

En relación a las repercusiones que pueden preverse en los países dependientes o subordinados al imperio estadounidense, la reciente plática y avances de agenda binacional entre el golpista brasileño Michel Temer y el recién electo presidente de EU, pueden dar señales de lo que podríamos esperar en México y otros países de América Latina. Tan sólo unos días después de esta “amistosa plática telefónica”, el golpista sudamericano ha aplicado una reforma constitucional para la implementación de la austeridad económica que incluso se ha caracterizado en varios medios como la antesala de la instauración de Brasil como uno de los peores regímenes de austeridad que se hayan establecido en los últimos años a nivel mundial.

Cabe mencionar, que el arribo de Temer al poder, es aparentemente independiente a las fuerzas y fenómenos coyunturales que llevaron a Trump a ganar la presidencia de los EU; sin embargo, considerando el agravamiento de las condiciones de vida a nivel mundial, producto de la implementación del proyecto neoliberal, ambos mandatarios podrían considerarse parte de un mismo fenómeno de dimensiones más profundas, estructurales, en el que después del auge de los movimientos sociales e intentos de formación de gobiernos populares en Sudamérica, -lo que significó una reconfiguración de las alianzas económicas a nivel internacional al posibilitar la articulación de los BRICS, frenando algunas de las iniciativas más agresivas de acuerdos y tratados de libre comercio para el sur del continente americano y del Caribe- la derecha continental y mundial sale del sobresalto y estupor que causara la irrupción del chavismo y el rescate del sueño bolivariano en el panorama internacional, lista para la revancha, sin pretensiones de ceder ni retroceder en ninguno de los países que alguna vez estuvieron bajo su yugo imperialista, y sobre todo, logrando canalizar la indignación y rabia que ha causado el libre comercio por la devastación de las condiciones de vida, lo cual insistimos, ha sido fruto de una de las más graves incapacidades de la izquierda a nivel mundial.

Por lo tanto, las alianzas de los gobiernos sudamericanos y asiáticos que pueda plantear Trump, así como la erosión de los BRICS como bloque (aún con todas sus contradicciones y limitaciones) con la posibilidad de frenar o al menos contener las políticas económicas internacionales de EU, son elementos a los que deberemos dar seguimiento de ahora en adelante, pues estamos en un momento en el que aún es incierto como puedan configurarse los bloques económicos y militares que serán determinantes para las posibilidades reales de acción e intervención de EU y de otros países con posibilidades de ser beneficiados por este nuevo panorama de guerra híbrida internacional. Por lo pronto, los mandatarios de Brasil y Rusia, dan muestras de comenzar a reconsiderar seriamente su relación con EU.

En este sentido, otro elemento reciente que debe tenerse presente es la elección que hace Donald Trump para el cargo de la Secretaría de Estado, encargado de la política exterior. Se trata de Rex Tillerson, dueño de la trasnacional petrolera ExxonMobil. Al respecto, podemos señalar dos implicaciones de esta elección. En primer lugar, Trump ratifica su vocación extractivista, anticientífica y negacionista del cambio climático, por ser este un “invento de los chinos para frenar el crecimiento de EU”. Las luchas y resistencias por la defensa del territorio y en contra de la extracción de hidrocarburos como la que se ha desatado en Standing Rock, así como en todas las zonas amenazadas por las concesiones de la Reforma Energética en el territorio mexicano, necesariamente tendrán que tomar nota de estas decisiones. Empoderar a uno de los principales magnates de la rama petrolera a nivel internacional, concediéndole uno de los cargos más destacados del estado norteamericano, lejos de constituir una negación del neoliberalismo, constituye un reforzamiento de este, y profundiza las potencialidades de por sí destructivas y subordinadoras de la Reforma Energética en México.

Es decir, la devastación ambiental y desarticulación de territorios causada por el saqueo de recursos, en particular por hidrocarburos, así como el poder de las empresas trasnacionales que se han valido de manera sistemática del desvío de poder para consumar los objetivos del libre comercio, lejos de disminuir, muy probablemente se acrecentarán. Frente a la crisis real a la que se ha enfrentado el neoliberalismo, por lo menos de manera más clara desde el 2008 en EU, el sistema está reformulándose y acentuando algunos de sus rasgos más violentos, una vez más para “escapar hacia adelante” de la crisis, con los riesgos catastróficos ligados a dichos rasgos, a saber: la negación de los límites físicos y naturales de la biósfera, y la destrucción de cualquier expresión de solidaridad que posibilite articular la resistencia desde los pueblos.

La segunda implicación que se desprende de la elección de Tillerson, es que este magnate tiene una excelente relación con Vladimir Putin, basada en múltiples negocios petroleros entre ExxonMobil y la nación rusa, lo que incluso le valió a Tillerson el ser premiado por Putin con la Orden de la Amistad en 2013, como lo refiere el corresponsal de La Jornada, David Brooks. Esta situación ha servido para reforzar la suposición de que el gobierno ruso intervino las elecciones, lo cual continúa siendo una especulación que no alcanza a reunir evidencia suficiente para sustentarse, y que sin embargo, se ha utilizado ampliamente tanto por los sectores neoliberales aliados a Clinton-Obama, como por algunas expresiones del movimiento social estadounidense, que coinciden en ser opositores de Trump. Sin embargo, debe destacarse que incluso antes de la viralización de este supuesto ataque a la democracia estadounidense, en Rusia ya había algunas pintas donde figuran Trump y Putin, con la leyenda “Make the world great again”. El reparto del mundo que puede decantarse del pacto entre Putin y Trump como jefes de estado de dos de las potencias con mayor influencia mundial, puede generar una aparente “paz”, como la que se vivió en la guerra fría, que nunca fue fría en el tercer mundo.

La guerra de Estados Unidos en Medio Oriente, en la que Rusia ha comenzado a figurar como una de las principales fuerzas, guiada por intereses propios, debe ser analizada desde la perspectiva de la guerra híbrida, entendiendo a esta no solo como una nueva forma de guerra ideada desde los órganos de inteligencia norteamericanos, sino también como una forma de ocupación y saqueo que exige la propia dinamica de acumulacion capitalista y que no será exclusiva del imperio norteamericano sino de todas las potencias que decidan continuar con el modelo capitalista como paradigma de “desarrollo”. La reciente intervención en Alepo, en la que el gobierno y ejército Sirio junto con el ejército ruso y las fuerzas de Irán y Hezbolá, ha causado una cantidad enorme de versiones contrapuestas, es una manifestación de esta nueva doctrina militar.

Abordar y desentrañar objetivamente lo que ha sucedido en este conflicto en particular, sumando el reciente asesinato del embajador ruso de turquía, con múltiples interpretaciones sobre los motivos e implicaciones de tal acción, aumentaría de manera desmedida la extensión de esta editorial, de por sí extensa, pero en próximas ediciones habremos de retomar este asunto, que aunque geográficamente pareciera lejano, en realidad el momento actual nos acerca a este escenario de guerra y nos demanda su comprensión para poder generar una estrategia liberadora desde los pueblos. Por el momento, basta señalar que la expresión más acabada, genuina, democrática, liberadora y profundamente feminista de organización del Medio Oriente, nacida desde los pueblos kurdos con la reivindicación del derecho a la autodeterminación como una de sus principales banderas, ha sido invisibilizada mediáticamente y atacada militarmente lo mismo por el Estado Islámico (ISIS) y otros grupos terroristas -que no olvidemos, fueron creados, financiados y alentados por políticos como Hillary Clinton para desestabilizar la región-, que por el gobierno Turco de Erdogan, ahora alineado con Rusia.

Los medios de comunicación masivos de origen estadounidense pertenecientes al “establishment”, es decir, al sector empresarial financiero e industrial trasnacional, entre los cuales destacan los medios casi incondicionales de Obama y Clinton, -responsables de encubrir las millones de muertes que se han cobrado las fuerzas militares estadounidenses durante las últimas administraciones- han denunciado los excesos del ejército ruso en Alepo, acusando el asesinato de civiles. Estos mismo medios son los que en gran medida han alegado el hackeo e intervención de las elecciones en EU por el gobierno ruso.

Si bien, cabría esperar que dichos medios asimilaran y se acoplaran a la posible alianza militar Rusia-EU que  pudiera formarse con el arribo de Trump, esto de ninguna manera significaría el cese de la violencia y la guerra en Medio Oriente, aún cuando las fuerzas de ISIS y otros grupos terroristas en un primer momento llegaran a ser disminuidos por esta nueva alianza. Al respecto y una vez más, en contradicción con su propio discurso, Trump da muestras de querer profundizar la guerra de Medio Oriente al seleccionar más generales del ejército en su gabinete de los que se hubieran contado en cualquier gobierno anterior al suyo, desde finales la segunda guerra mundial. Entre los generales nombrados, el medio independiente Democracy Now!, destaca al nuevo secretario de Defensa, el general retirado James “perro loco” Mattis, a quien el gobierno de Obama lo dio de baja por considerarlo demasiado agresivo con respecto a Irán; así como al teniente general retirado Michael Flynn, quien sería asesor de seguridad nacional, y es conocido por su visión antimusulmana del mundo: ha calificado al Islam de “cáncer” y ha dicho que “el temor a los musulmanes es racional”.

Con el interés común del aprovechamiento sin restricciones de los hidrocarburos de la región, y el nuevo reparto geopolítico que pudiera resultar de estos cambios, algo es claro: las potencias imperialistas seguirán velando por que quienes pierdan en este nuevo escenario de guerra híbrida mundial, seamos los civiles, los movimientos sociales, y en general todos los pueblos del mundo, pero especialmente las neocolonias, ubicadas en lo que antes se conociera como “el tercer mundo” (Asia, África y Latinoamérica), ahora rebautizado con el seudónimo de “países en vías de desarrollo”.  Los países ricos en petróleo de Asia, así como los de América, entre los que destacan Venezuela y México, están en la mira del imperialismo desde hace décadas e incluso siglos, pero sin duda el nuevo panorama se adivina mucho más complejo y destructivo de lo que haya podido ser anteriormente.

La apuesta por el belicismo no acabará con Trump y la política del estado norteamericana continuará fundamentándose en la guerra imperialista de ocupación y despojo que nutre al sistema económico imperante, en el contexto actual de la crisis del neoliberalismo y la exacerbación de sus rasgos más destructivos como reformulación como mecanismo de escape a dicha crisis. En resumen, Trump y el escenario geopolítico mundial parecen estar apuntando hacia la  perpetuación/reconfiguración del neoliberalismo al expresarse y desenmascararse como sistema de muerte, es decir como neofascismo, por medio de las guerras híbridas.

No podemos dejar de poner atención en la forma en que se desarrollará la guerra, ya que sus métodos son cada vez más sofisticados y también deben de serlo los procesos de resistencia y ofensiva que se construyan desde los pueblos del mundo. El entendimiento del contexto, el análisis permanente, la construcción de alternativas políticas y económicas integradoras que agrupen a sectores, países y regiones, como lo que lograra articular Hugo Chávez a inicios del siglo en curso con la creación de la “Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América” (ALBA); las relaciones de solidaridad que se forjaron por la iniciativa de la Revolución Cubana y que resultaron en la articulación de la organización internacional antiimperialista conocida como la Tricontinental, y otros esfuerzos actuales como la Federación de los Pueblos de Kurdistán, La Vía Campesina, y el ALBA de los Movimientos Sociales, deben ponerse en el centro del quehacer de los pueblos organizados en todo el mundo. Por lo pronto, en México esta situación nos requiere con más urgencia que nunca refundar nuestra patria -horizonte que nos hemos propuesto desde la Nueva Constituyente Ciudadana Popular-, para poder avanzar en la articulación de alternativas globales, ya que como bien dijera un viejo amigo de México y de los pueblos  de todo el mundo: patria es humanidad.

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